La madre de Jon Bon Jovi, Carol, una de las primeras modelos de Playboy, estaba obsesionada con los Beatles, e intentó infundir ese mismo amor en su hijo, haciéndole escuchar el repertorio completo de sus obras, comprándole instrumentos y apuntándole a clases de música. Pero a él no le gustaba nada.
Un día dejó la música, y tiró la guitarra por la escalera. Según sus palabras, era el mejor sonido que había escuchado hacer a esa guitarra.
Pero cuando tenía 15 años algo cambió. Sus amigos le invitaron a un concierto de Bruce Springsteen y vió a qué quería dedicarse el resto de su vida: «Voy a ser una estrella de rock». Sus amigos se reían de él, pero Jon Bon Jovi no atendía a razones, y distorsionó la realidad hasta moldearla a su propósito.
Hay una pregunta fascinante: ¿Que diferencia a alguien que coge un micrófono, un saxo, o un pincel y cree que puede ser un artista, de aquel a quien ni siquiera se le pasa por la cabeza?. Aquel que quiere construir un hotel, una protectora de animales o un proyecto de inversión de 120 millones. ¿Por qué cree que puede?
¿Porqué hay grupos humanos que, con los mismos recursos, son infinitamente más ricos que los países/comunidades/localidades vecinas?
¿Por qué algunos pueblos viven más mucho más que otros, mejor, más felices o más sanos?
El Real Madrid ni si quiera se plantea esa pregunta. Es algo que me pone. Cada año, cuando parece que todo está perdido, que no hay esperanza, el rival es mejor, que estás cansado, y que no hay nada por hacer y sale un tal Joselu que mete 3 goles en 10 minutos en una semifinal de Champions.
Han cambiado el entrenador, se ha ido Cristiano Ronaldo, Benzema, Ramos... La lógica sería que, siendo el grupo humano diferente, el resultado sea diferente. Pero no lo es. Esa enajenación, esa euforia colectiva sigue generándose ¿CÓMO?
Hay una mística, algo que nos trasciende a nosotros mismos:
La historia que contamos al mundo, y más importante aún, la que nos contamos a nosotros mismos.
El ADN del Real Madrid no incluye la posibilidad de perder. Es algo que como toda anomalía, ocurre alguna vez, pero por error.
Decía Yuah Harari en Sapiens, que una de las pocas cosas que nos diferencia de los animales es el lenguaje abstracto. Esas abstracciones como la religión, la política, la pertenencia a un país o una tribu concreta nos permiten contarnos una historia colectiva.
A creer que tenemos algo en común con una persona a pesar que viva a 6.000 kms de distancia. Lo consideramos un igual, y somos capaces de colaborar con el. De entenderle. Una mística que nos eleva, que nos incita a esperar más de nosotros mismos. A actuar correctamente cuando nadie mira. A pensar en primer lugar lo que es correcto.
Esas historias que nos contamos a nosotros mismos, crean y desarrollan la realidad en la que vives. Y tú, ¿Qué historia te cuentas?